Aunque se vislumbra uno que otro huaso de tripas fermentadas de vino barato y pobreza en el semblante de poco más de 30 puntos de CI; la mayoría de los concurrentes al evento destilan poder y dinero en sus movimientos, actitudes y apariencias. Las panzas whiskeras, la cicatriz del bypass bajo el cuello rojo al aire, las botas típicas importadas de Italia, el vozarrón cigarrero en una risa nauseabunda. Los ojos fijos en las promotoras de Cristal (cerveza que promueve bandas pencas, partidos violentos y maltrato animal), el pantalón apretado, el pene por siempre fláccido. Sí, ellos son los del 5 % más rico del país y no temen enseñárselo al mundo. Ésta es su fiesta; aquéllos, sus amigos. Están en familia, y éste es su circo.
Sueltan al novillo; expectación en el ambiente. El animal, indefenso e ignorante de lo que le espera, se muestra tranquilo. El placer de verlo así logra que más de alguien en las tribunas evoque vivencias zoófilas de antaño en el fundo, y casi logre levantar el miembro. Casi.
Aparecen los valientes jinetes. Son dos, montados en sus caballos trabajosamente peinados, de crin reluciente y andar majestuoso. Se oyen varios aplausos, algunas reverencias. Una que otra mirada fugaz empresario-jinete, a lo Brokeback Mountain. Y empieza la función. Los caballos son azotados y/o clavados con espuelas afiladas, empujados como marionetas infernales hacia el tierno novillo, que instintivamente comienza a rechazar las embestidas de las víctimas-victimarios.
Finalmente, tras varios minutos de una persecución implacable, la cría vacuna es golpeada contra la madera de la medialuna. La frustración de los jinetes se venga con gracia, a juicio de quienes los observan. Una y otra vez el animal choca contra las tablas; una y otra vez las risas y aplausos del público retumban en sus oídos que comienzan a sangrar por los traumas internos producto de los golpes. Entonces, lo dejan ir. Confundido, herido, queda a medio metro de la pared que tantas veces estrelló en tan poco tiempo. Se queda inmóvil.
El jolgorio es acallado por la excitación de todos los presentes. Miles de almas negras neoliberales penden de un hilo. Es ahí cuando el presidente de la Federación de Rodeo Chileno, Vicente Caruz Middleton, hace su entrada magistral. El poncho, el sombrero, el atuendo de dueño de fundo que tan elegantemente viste; desvían las miradas del sangrante novillo, y le dan a la escena una atmósfera que recuerda las Olimpiadas de los años 30 en Alemania (por alguna extraña razón). Entonces, ocurre.
Gonzalo Vial Concha (de su madre, seguro), precedido de una leve inclinación de cabeza que su padre, Gonzalo Vial Vial, dueño de Agrosuper, le hace desde las tribunas; clava los muslos de su caballo por vez final. Su pareja (en el amplio sentido de la palabra, quizás), Francisco Lamarca, hace lo mismo por su lado. Las vísceras del novillo estallan bajo la presión y las astillas de sus costillas rotas contra las tablas. Los caballos, una vez más, han cumplido la misión que sus dueños, sedientos de sangre y hombría, les han obligado a cumplir.
Pese a las serias heridas que presenta el novillo, su cuerpo no cae. Poseído de una fiereza y valor que no tiene ninguno de los hijos de puta que rebalsan las tribunas de aquella medialuna; retorna orgulloso a su corral. No les dará el gusto de verlo morir, aunque también le gustaría no darles el gusto de comerse sus gónadas en el asado final.
Guardado el agonizante animal, el espectáculo ha finalizado.
El rodeo chileno, patética adaptación de la costumbre española, y triste plagio de la gringa; es una tradición nacional que nos muestra lo imbécil de nuestra cultura y nuestra gente. Siempre se llama a rescatar las tradiciones de nuestra mierda de pueblo, pero particularmente ésta, no muere ni muestra señales de alguna vez desaparecer. ¿Se han preguntado por qué?
Sin más... “rodeos”, les voy a decir porqué: porque mueve plata, y los que en este país la tienen y la mueven por nosotros (pero no para nosotros), son las que la manejan aquí. La razón en particular de eso, bueno, no la sé con certeza. El placer o la cara de raja patológicos para llamar “un deporte sano” o “una tradición noble” a esta infame y arrogante muestra del poder de nuestra aristocracia, me parece más digno de análisis de un siquiatra que de mi moral y mi lógico raciocinio.
En fin, la cosa es simple. Sé que la mayoría de quiénes reaccionan ante estas líneas son de derecha dura (no intelectual, sólo dura, de cerebro tullido); pero para los que piensan, sienten y se resisten ante el abuso de poder de cualquier tipo, llamo a boicotear esta mierda de tradición-deporte-onanismo-perverso. No es posible que en una sociedad que se llame avanzada, con miras al Primer Mundo, se siga fomentando y auspiciando una costumbre inhumana, sádica e irracional. ¿Acaso no basta con soportar que sólo los ricos tengan justicia, privilegios y buena vida? ¿No es suficiente explotar a los pobres animales de consumo humano, sino que, además, hay que torturarlos? ¡Pico con eso! Los conquistadores torturaron a los indios, los criollos a los esclavos, los patrones a los campesinos, los empresarios a sus trabajadores, los milicos a pobres hueones que no tenían nada que ver con los que se mandaron las cagadas en la UP; y los fachos conchas de sus madres aspirantes a dueños de fundo a pobres novillos y caballos.
¿Esa tradición queremos dejar en nuestro país? Si hasta hoy ellos han sido los impunes victimarios, ¿qué nos hace pensar que, si se les para la raja, los próximos no serán ustedes o sus hijos?
¡No a Agrosuper, no a Cristal (CCU, lámeme el vergasio), no a la Federación de Rodeo Chileno, y a quemar la puta medialuna de tres millones de dólares de Rancagua!
Amén, culiaos.
Nota: todos los personajes, cargos y datos son reales.
Nota 1: actualicé esta columna al 2007, originalmente publicada el 2006 en kultura.cl
Comparto varias de tus tesis planteadas en tu columna. Aquella que apunta a identificar el punto neuralgico por excelencia de la desigualdad en chile y mas que en los colegios y en los grupos opusdei o en los nuevos ricos de la dc con facha de izquierdistas pobres para vender la pomada. El rodeo es la copia mas fiel de como al sector millonario del país le gusta pasar por encima y sentirse mas que el resto. Como en su momento fue el golf, lo sigue siendo el rodeo. Sin nombrar el maltrato animal que salta a la vista, que es algo bien raro, pues un caballo de esos gasta en alimento y medicinas al año, mas que 10 familias de clase media baja.
ResponderEliminarPor otro lado, no concuerdo en la posición tan radical y que implanta un odio mas que una lucha (mismo odio que el victimario siente hacia la victima). Si eres un privilegiado respecto del manejo de información respecto de este tema, debes ser mas objetivo en cuanto a las criticas, pues hoy estamos en un mundo que se arma en base a las pruebas y por mas que hagamos publico estos temas (que es el primer e importante paso) se debe aportar pruebas concreta, por ejemplo, medir las contusiones que sufren los animales luego de un rodeo, tanto caballos como novillos, para sencibilizar y poner a la gente en los zapatos del animal, pues como somos una sociedad morbosa hasta que no se ve correr la sangre, nadie toma iniciativa en nada, hasta que un ciudadano no muere, nadie hace nada, pues somo mas reactivos que proactivos.