No había escrito hace un rato, y es porque luego
de la “lesión” de la que hablé anteriormente, mis finanzas
tocaron fondo. Esto en sí no sería malo si no fuera porque hace
casi 5 años vivo solo y debo solventar varios gastos relacionados
con el placer de no tener que convivir con mis padres y hermanos, a
quienes quiero con el alma, pero aprecio mucho más cuando los veo
una vez a la semana.
Angustiado por la idea de tener que retornar al
seno materno, durante todo Febrero busqué trabajo incesantemente.
Luego de tres semanas, decenas de curriculums enviados y una
reducción masiva de mis pretensiones de sueldo, encontré una pega.
Tenía ilusiones con respecto a este trabajo. Es una agencia web, con
gente joven y ambiente relajado. Ya había trabajado en una agencia
antes, y mi experiencia fue increíble. Buenos amigos y mucha buena
onda, tanto así que a veces me quedaba hasta tarde sólo por gusto.
Pero este lugar terminó siendo terrible.
Empecé el Lunes 25 de Febrero, y quedé
espantado. La buena onda que esperaba era inexistente y el contacto
entre la gente de la empresa, nulo. Sólo pude relacionarme con mis
compañeros de oficina, quienes parecen ser buenos tipos, pero con
habilidades sociales que distan mucho de las personas con las que
suelo relacionarme. Así que ahí quedé, atrapado, desde ese día.
Todo por el vil dinero.
Acostumbrado a la comodidad de mi departamento y a
la libertad que entregaba el ser independiente o freelance, podía
disfrutar bastante de mi soltería. Si quería salir, salía. Si
quería trasnochar, mierda, lo hacía sin importar el o los días de
la semana. Pero estas dos semanas trabajando han coartado mis
movimientos de una manera salvaje. En promedio, sólo tengo unas 3 o
4 horas, con suerte, de vida. El resto son 10 horas encerrado en una
oficina y un par de horas más que desperdicio en movilizarme de mi
casa al trabajo y viceversa. ¿Qué se puede hacer en ese tiempo?
Osea, se puede hacer mucho más, pero no si no quieres parecer un
zombie en el Metro al otro día.
En definitiva, el trabajo es incompatible con la
vida. No quedan ganas de escribir, de cocinar (fideos 5 veces a la
semana, ¡yummy!) y quizás ni siquiera de follar (como si tuviera
alguien con quién hacerlo). ¿Cómo la gente puede vivir así?
Pero de todo esto he sacado una moraleja. Todos
pagamos nuestros errores y yo ya estoy pagando el mío. Ahora, de a
poco veo como la niebla del karma se desvanece y entre medio se cuela
una luz de esperanza. Siempre existirá el Viernes. Se acabará la
semana, abandonaré la oficina y me iré directo a emborracharme con
algún amigo conocido o por conocer. Entraré en un estado de
catarsis del que muy probablemente me arrepentiré el Domingo y
odiaré el Lunes. ¿Lo bueno? Tendré plata para volver a hacerlo
todas las semanas.
gracias, señor!
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